(Mayo 2017)
Una de las frases que más tienen sentido en un mundo
cambiante es la siguiente: “seguir haciendo lo mismo, esperando resultados
diferentes, es una locura”.
Pensemos.
En un día ordinario, ¿cuál es nuestra rutina? En una
semana común, ¿cuál es nuestra rutina?
Algunos sociólogos afirman que el humano es una
creatura rutinaria y por esa razón es sencillo conocer o adelantarse a sus
comportamientos. Tienen razón, bajo esa premisa.
Y por esa razón, anticiparse a sus movimientos,
gustos, formas de pensar, no es complicado. En formas más sofisticadas y bajo
ese principio, no es difícil entender que manipular o controlar a un grupo de
humanos, sea una tarea relativamente sencilla.
Entre los sistemas de creencias que nos hacen
comportarnos igual casi siempre y la rutina que nos hace seguir los caminos más
fáciles, frecuentemente y de manera inconscientes le facilitamos el trabajo a
los sistemas de control.
De ahí que en esta ocasión me gustaría invitarte a que
consideres una opción osada. Sí, arrojada.
Riesgosa.
¡Haz algo diferente! Sí. Cambia.
Sorprende al mundo haciendo algo distinto.
Sorpréndete al darte cuenta de que al hacer algo
diferente, las posibilidades que surgen son distintas a la rutina diaria que te
aburre y te estanca.
Es más.
¿Quieres causarle un gran disgusto a tu esposa, a tu
pareja? Haz algo diferente, algo que no espera y que la saque de su posición
acostumbrada.
¿Quieres provocar irritación en tu oficina? Cambia.
¿Molestar a tus compañeros de trabajo? Compórtate de
manera diferente, responde como no se lo esperan.
¿Quieres sacar de quicio a ti jefe? Actúa de manera
distinta.
Cuando haces lo que nadie espera y te piensas como
nadie creía, generas un “tsunami” en las reacciones de los demás.
¿No me crees?
¡Hazlo!
Y si los cambios en tus pensamientos, conductas y
acciones, te provocan felicidad, te mantienen en un estado de paz que se
refleja en tu rostro -vamos, te hacen más feliz- te vuelves más insoportable
para ellos.
Sí, ellos, los que están a gusto pensando como todos
piensan. Tranquilos por ver lo mismo que los demás ven. Resignados por hacer lo
que los demás hacen.
Ellos, los que no pueden soportar que alguien rompa
las reglas y los convencionalismos. Ellos, los que no soportan ver que otras
crezcan haciendo algo diferente, pensando distinto, viendo opciones que los
demás no ven.
¿Nadie se atreve a cambiar en tu familia? Comienza tú.
¿Nadie quiere ser distinto en tu oficina? Comienza tú.
En verdad, no tienes idea de cuántas personas están
hartas de vivir en la misma rutina todos los días, pero no se atreven a
cambiar. No sea arriesgan a que los señalen o los critiquen.
Aún menos están dispuestos a correr el riesgo de que
los saquen de su círculo de “amigos” por pensar diametral mente opuesto a las
creencias convencionales.
¿Qué? No me digas que recientemente no has estado
escuchando una conversación de tu pareja o “amigos” en donde es tal el grado de
tonterías que están diciendo, que en tu interior sientes la urgencia de salir
disparado del lugar. Pero el “qué dirán”, la aceptación social, sigue siendo
más fuerte.
Bueno, pues imagina el siguiente escenario.
Si tú te atreves a correr el riesgo de hacer algo de
manera distinta, una cantidad suficiente de personas que quieren cambiar te
verán. Se darán cuenta de que hay personas como tú que sí alzan la voz, que
defienden un punto de vista, que optan por rumbos diferentes.
Probablemente es todo lo que necesitan para decidirse
y atreverse a cambiar.
No, no lo haces para que ellos te vean o para que seas
su guía. No.
Simplemente así eres porque en eso te estás
convirtiendo. En un humano que asume el gran riesgo de ser distinto en un mundo
lleno de convencionalismos. Y en estos tiempos de cambio y transformación, eso
es algo que se nota de inmediato.
Asume el riesgo.
Cuando todos digan izquierda, tú di derecha. Y no por
terco o llevar la contraria, sino por el hecho de compartir lo que está en ti,
lo que sientes, lo que consideras es una aportación, una solución que aunque no
se parezca a las demás o a las tradicionales, sí puede ser válida.
Atrévete.
No serás el primero en intentarlo, pero sí quizá el
primero en no rendirse al primer intento.
Comienza con algo sencillo, imperceptible. Tu saludo,
un detalle en tu apariencia. La hora en la que te levantas-acuestas. El lugar
donde te estacionas, los pasillos que recorres. La manera en la que pones
atención, lo que dices cuando estás conversando o cuando alguien quiere hacerte
enojar porque ya sabe qué botones apretar.
Desármalos. Sé distinto.
Y cuando te sientas más seguro, pasa a lo complejo.
Si en una junta todos se quedan callados, tú opina.
Si todos dicen lo mismo, tú comentas algo distinto.
Si todos aprueban un asunto por unanimidad, tú
cuestionas los procedimientos o haces ver las desventajas.
Si todos desaprueban una medida por inercia, tú
destacas las oportunidades que están más allá de las supuestas dificultades.
Atrévete a ver y a señalar lo que los demás no quieren
o no pueden ver.
¿De qué otra manera quieres obtener cosas distintas?
¿Haciendo lo mismo? No ya no.
Tu única opción: ver lo que ellos no pueden, decir lo
que ellos no se atreven, hacer lo que ellos temen.
Al proceder de esa manera, tus posibilidades de
encontrarte con lo nuevo, con lo distinto, con la aventura, se incrementan
exponencialmente, y por ende, los resultados diferentes que sí te hacen crecer
y ver la vida de manera distinta.
Con respeto.
Roberto Mendoza C.
*Busca. Infórmate. Cuestiona.
Comprende*
“La Verdad Es,
Independientemente de lo que te Hayan Enseñado a Creer”.