(Septiembre
2018)
¿Alguna
vez te he tocado observar a alguien con una pasión desbordada, apostando desde dos mil pesos hasta su casa, su auto, su esposa –jeje- en carreras de caballos, en
las cartas o, en una pelea de gallos?, y los hay más radicales, que ¡apuestan la
cabellera por el resultado del partido de futbol del domingo!, también los hay
que ya jugando de manera patológica (como una enfermedad) apuestan la quincena
y hasta la manutención de la familia en algún juego de azar.
Piensa
en esto ¿en alguna ocasión, convencido de que el equipo de tus amores ganará el
partido haz llevado tu pasión futbolera al grado de apostar, ya sea dinero, la
cabellera o tal vez una cena?.
Y fíjate
en algo, apostar es una conducta que obedece a una fé extraordinaria en que
“algo” va ”o no” a pasar.
La
definición de fé nos indica que es: la capacidad de creer en aquello que no
puedes probar o demostrar.
Claro
que hay apostadores casi profesionales que analizan los resultados de los
partidos anteriores en la temporada, están siempre al pendiente de cuántos y
qué jugadores están lesionados y de qué posibilidades reales existen de ganar
la apuesta. En todo caso… es su fé, la convicción de que su análisis respecto a
su equipo favorito y al desempeño de los jugadores el día del partido lo que los
hace… apostar.
Ahora bien…
¿cuántas veces en tu vida has tenido la suficiente
fé en tí mismo como para apostar?.
Cuantas
veces te has mirado al espejo y en un compromiso contigo mismo, te has dicho
¡apuesto por mí!, apuesto a que este mes bajo de peso, a que dejo de fumar o a
que llego temprano a mi trabajo todos los días. ¡Apuesto a que este fin de
semana arreglo el cuarto de los “trebejos”, paso más tiempo con la familia o me
intereso por ayudar a alguien!. ¡Apuesto a que toda la semana me disciplino y
hago ejercicio diariamente! Apuesto a que esta semana no utilizaré ninguna excusas
ni algún pretexto. A que me enfocare al 100% en lo que tengo que hacer… y lo
hare bien al 100%.
Te
invito a que reflexiones hace cuánto tiempo que no tienes –en efecto- la
suficiente fé en tí mismo como para “jugártela por ti”, como para empeñar tu
honra en que harás un esfuerzo hoy por ser tú quien dé el primer paso para
arreglar tu matrimonio, por ser tú quien esté del lado de los SI y no de los NO.
Apuesta. Cree lo suficiente en tí como para decir hoy voy a hacer las cosas de
manera consciente y contundente para ser
feliz.
Asunto
que no es nada difícil. Es simple y sencillo. Retira todas las telarañas
mentales que te tienen atado a ser Mister ó Miss Quejumbres. Deja de ser de
esos que le encuentran un problema a cada solución. Aquellos que dicen que la
labor está muy difícil como para siquiera iniciarla.
Deja de
lado esa creencia y atrévete por una vez a iniciar alguna de esas cosas que
hasta ahora te has negado a realizar o a las que “les tienes miedo”. Una vez
que lo hagas la primera vez y que experimentes que lo difícil no está por
ningún lado, lo demás será “miel sobre hojuelas”.
Recuerda
que no hay nada a que temer. El miedo no es más que falta de información. Pero
si tienes la suficiente, ¿a qué le temes? ¿a que algo no te salga bien, o a la
primera? ¿a que se rían de ti? Por favor, si eso es parte de la vida. Con esos
pequeños detalles es que vas creciendo y te vas dando cuenta de tu potencial.
Si no te mueves, no te equivocarás, claro, pero nunca lograrás nada.
Así que,
vamos. Apuesta por ti. Y en grande. Vamos por el premio mayor.
¿Te
animas?
Te
agradezco que hayas visitado este espacio y te mando un saludo Desde Aquí...
Silvia Limón