(Marzo
2020)
Es
increíble cómo -si lo reflexionas- somos de complicados los humanos. O más
bien, lo complicado que lo hacemos todo. Y para empezar, las relaciones
humanas.
No hay
cosa más difícil de explicar, de estudiar, de tratar de entender que las
relaciones humanas. Y digo tratar porque nunca se logra hacerlo al 100%. Por
supuesto lo mismo ocurre con la mente humana. Es indescifrable. No hay nadie
igual que otro. Como dicta la más pura psicología: “somos seres únicos e
irrepetibles”. Quizá por ello es tarea imposible el entender la mente humana.
Si
observamos a cualquier hermano del Reino Animal, podemos que ellos se saben de
la misma manada, parvada, cardumen y por ello andan juntos y cuando es posible
o necesario, incluso se ayudan. Y cuando surge algún conflicto de interés, ya
sea por alguna presa o por una hembra, pues se dan unos cuantos golpes, se
gritan o se gruñen, se arañan, se muerden, alguno gana, el otro se va, se acaba
el asunto y a lo que sigue.
Los
humanos sin embargo, únicos en el Reino Animal que cuentan con la facultad de
poder razonar y discernir, nunca logran hacer lo necesario e ir a lo que sigue.
Claro que
lo que no he precisado es que de quien estoy hablando es del viejo humano. Ese
que vivía en la vieja energía. Al que le encantaba el drama. Al que pareciera
que sin ello no fuera completamente feliz. Como que ese aderezo en su vida
incluso hasta la hacía funcionar.
Le
encontraba problema a toda solución. Como decimos en mi país: “nada le
cuadraba” (esto es, que ¡nada le gusta!). Absolutamente nadie a su alrededor lo
entendía o comprendía lo mucho que hacía y trabajaba para lograr un mejor lugar
en su círculo, trabajo, familia y amistades.
En fin,
que sus relaciones eran un completo y absoluto desastre. Qué horror, ¿verdad?.
Debe haber sido una vida muy complicada, triste, solitaria y traumática la de
ese humano que vivía en la vieja energía.
Qué bueno
que ahora -por lo menos tú y yo- ya somos humanos de la Nueva Energía. Y poco a
poco vamos siendo más. Que vivimos la vida con alegría, con entusiasmo, sin
juzgar a los demás, poniendo atención a lo que realmente importa, recordando
que lo más valioso que tenemos es a nosotros mismos, sin miedo al qué dirán por
nuestras acciones o creencias y siempre respetando las ideas de otros.
Viviendo
plenamente nuestro presente, utilizando nuestro pasado como una valiosa
enseñanza para ir creando, con cada paso que damos, el brillante futuro que
soñamos.
Te
agradezco que hayas visitado este espacio y te mando un saludo Desde Aquí...
Silvia Limón