2 de marzo de 2020

(Marzo 2020)

Es increíble cómo -si lo reflexionas- somos de complicados los humanos. O más bien, lo complicado que lo hacemos todo. Y para empezar, las relaciones humanas.

No hay cosa más difícil de explicar, de estudiar, de tratar de entender que las relaciones humanas. Y digo tratar porque nunca se logra hacerlo al 100%. Por supuesto lo mismo ocurre con la mente humana. Es indescifrable. No hay nadie igual que otro. Como dicta la más pura psicología: “somos seres únicos e irrepetibles”. Quizá por ello es tarea imposible el entender la mente humana.

Si observamos a cualquier hermano del Reino Animal, podemos que ellos se saben de la misma manada, parvada, cardumen y por ello andan juntos y cuando es posible o necesario, incluso se ayudan. Y cuando surge algún conflicto de interés, ya sea por alguna presa o por una hembra, pues se dan unos cuantos golpes, se gritan o se gruñen, se arañan, se muerden, alguno gana, el otro se va, se acaba el asunto y a lo que sigue.

Los humanos sin embargo, únicos en el Reino Animal que cuentan con la facultad de poder razonar y discernir, nunca logran hacer lo necesario e ir a lo que sigue.

Claro que lo que no he precisado es que de quien estoy hablando es del viejo humano. Ese que vivía en la vieja energía. Al que le encantaba el drama. Al que pareciera que sin ello no fuera completamente feliz. Como que ese aderezo en su vida incluso hasta la hacía funcionar.

Le encontraba problema a toda solución. Como decimos en mi país: “nada le cuadraba” (esto es, que ¡nada le gusta!). Absolutamente nadie a su alrededor lo entendía o comprendía lo mucho que hacía y trabajaba para lograr un mejor lugar en su círculo, trabajo, familia y amistades.

En fin, que sus relaciones eran un completo y absoluto desastre. Qué horror, ¿verdad?. Debe haber sido una vida muy complicada, triste, solitaria y traumática la de ese humano que vivía en la vieja energía.

Qué bueno que ahora -por lo menos tú y yo- ya somos humanos de la Nueva Energía. Y poco a poco vamos siendo más. Que vivimos la vida con alegría, con entusiasmo, sin juzgar a los demás, poniendo atención a lo que realmente importa, recordando que lo más valioso que tenemos es a nosotros mismos, sin miedo al qué dirán por nuestras acciones o creencias y siempre respetando las ideas de otros.

Viviendo plenamente nuestro presente, utilizando nuestro pasado como una valiosa enseñanza para ir creando, con cada paso que damos, el brillante futuro que soñamos.  

Te agradezco que hayas visitado este espacio y te mando un saludo Desde Aquí...

Silvia Limón