(Abril 2019)
Hoy te quiero compartir una experiencia personal y te agradezco que me permitas hacerlo aquí.
Parece que
fue ayer cuando inicié este tan interesante ejercicio (al que yo de pronto le
llamo viaje) de dejar de culpar a las circunstancias o a otras personas y
hacerme responsable de mis decisiones y por ende, de lo que ocurre con y en mi
vida.
Al
principio, como casi cualquier cosa que nos proponemos en la vida, no fue tarea
fácil.
Pero una
vez decidida, poco a poco empecé a acostumbrarme a pensar que no hay decisiones
equivocadas. Simplemente hay diferentes resultados de acuerdo a la decisión que
tomas. Lo que resulte de una decisión puede serte útil o no. Puede a veces
parecer negativa, pero en realidad el resultado va de acuerdo a lo que
decidiste, cómo lo decidiste y cuándo.
Y aquello
que pudieras percibir como negativo, en realidad te permite aprender de otra
manera sobre cierta circunstancia. De todo se aprende. Lo importante es que tomes
lo que te ayuda para crecer o aprender y no te frustres o dejes de intentar
lograr algo.
Si la
decisión se toma en el momento justo y el lugar adecuado. Todo va
a fluir de manera rápida, sencilla y sin que de parte de uno exista mucho (y a
veces nulo) esfuerzo que realizar.
Aún
recuerdo que cuando empecé con este ejercicio pasaban muchas cosas. Me veían
raro. Me miraban con recelo. A veces nadie quería estar cerca de mí, por
aquello de mis pensamientos “extraños”.
¿Cómo que habíamos llegado a este mundo
a ser felices? ¡¡¡Y libres!!! ¿Cómo que en lo primero que tengo que pensar es
en mí, y que de ninguna manera se trata de egoísmo? ¿Cómo que para amar, pero
en serio y de manera incondicional primero debo aprender a amarme a mí? Y lo
peor, ¿Cómo que no debo esperar a que alguien llegue y me prometa amor eterno y
fidelidad?.
Además de
todas estas rarezas que yo pensaba, no nombraba a Dios cada momento, ni pedía
su ayuda cuando algo se dificultaba en alguna situación difícil o complicada.
Expresaba
lo que sentía o pensaba casi sobre cualquier tema, aunque no fuera lo que la
mayoría contemplara como 100% aceptable.
Pero ahora
que lo pienso, estoy hablando en pasado y todo esto sigue presente. Nada ha
cambiado. Mi pensamiento sigue siendo el mismo. El cómo muchos me miran o piensan
sobre mí sigue siendo exactamente igual.
Lo que
ocurre es que ahora yo ya no le presto atención. Lo que cada uno crea o piense
es asunto enteramente de cada persona. Es su percepción y su realidad. No me corresponde
a mí hacer nada a ese respecto. Cada persona se encuentra en donde se siente
cómoda o desea estar. Cada uno decide y no hay porqué convencer a nadie de lo
contrario.
Por lo
pronto yo vivo cada día de manera plena, pues cada día es una nueva oportunidad
para hacer algo nuevo, para aprender o enseñar algo, vivo agradecida con todo
lo que tengo e ilusionada por lograr todo aquello que me proponga, vivo feliz
pues creo que es el mejor estado del ser humano y porque entendí que para eso
estoy aquí, me río mucho de mí misma (para tener el derecho de reírme de otros),
ejercito mi capacidad de sorprenderme, pues es increíble darte cuenta de lo
mucho que das por sentado y que nunca te has puesto a pensar lo maravilloso que
es que algo/alguien exista, trato siempre de no emitir juicios (pues desconozco
el contexto o la historia completa).
Y sobre
todas las cosas, gozo cada día que estoy en este Planeta Tierra, por quien soy,
pues nunca más existiré como quien soy ahora, con este nombre, este género, este cuerpo,
mente y corazón. Y no sé si para la próxima volveré de inmediato al Planeta o
decida quedarme un rato del otro lado del velo...
Y tú, ¿qué
tal vas con este ejercicio de hacerte responsable de tu vida? ¿Ya iniciaste, o sigues pensando si dejarás
en manos de otros tu vida y por lo tanto no ser tú el creador de tu propia
realidad?
Te
agradezco que hayas visitado este espacio y te mando un saludo Desde Aquí...
Silvia Limón