7 de abril de 2019


(Abril 2019)

Hoy te quiero compartir una experiencia personal y te agradezco que me permitas hacerlo aquí. 

Parece que fue ayer cuando inicié este tan interesante ejercicio (al que yo de pronto le llamo viaje) de dejar de culpar a las circunstancias o a otras personas y hacerme responsable de mis decisiones y por ende, de lo que ocurre con y en mi vida.

Al principio, como casi cualquier cosa que nos proponemos en la vida, no fue tarea fácil.

Pero una vez decidida, poco a poco empecé a acostumbrarme a pensar que no hay decisiones equivocadas. Simplemente hay diferentes resultados de acuerdo a la decisión que tomas. Lo que resulte de una decisión puede serte útil o no. Puede a veces parecer negativa, pero en realidad el resultado va de acuerdo a lo que decidiste, cómo lo decidiste y cuándo.

Y aquello que pudieras percibir como negativo, en realidad te permite aprender de otra manera sobre cierta circunstancia. De todo se aprende. Lo importante es que tomes lo que te ayuda para crecer o aprender y no te frustres o dejes de intentar lograr algo.

Si la decisión se toma en el momento justo y el lugar adecuado.   Todo va a fluir de manera rápida, sencilla y sin que de parte de uno exista mucho (y a veces nulo) esfuerzo que realizar.

Aún recuerdo que cuando empecé con este ejercicio pasaban muchas cosas. Me veían raro. Me miraban con recelo. A veces nadie quería estar cerca de mí, por aquello de mis pensamientos “extraños”. 

¿Cómo que habíamos llegado a este mundo a ser felices? ¡¡¡Y libres!!! ¿Cómo que en lo primero que tengo que pensar es en mí, y que de ninguna manera se trata de egoísmo? ¿Cómo que para amar, pero en serio y de manera incondicional primero debo aprender a amarme a mí? Y lo peor, ¿Cómo que no debo esperar a que alguien llegue y me prometa amor eterno y fidelidad?.

Además de todas estas rarezas que yo pensaba, no nombraba a Dios cada momento, ni pedía su ayuda cuando algo se dificultaba en alguna situación difícil o complicada.

Expresaba lo que sentía o pensaba casi sobre cualquier tema, aunque no fuera lo que la mayoría contemplara como 100% aceptable.

Pero ahora que lo pienso, estoy hablando en pasado y todo esto sigue presente. Nada ha cambiado. Mi pensamiento sigue siendo el mismo. El cómo muchos me miran o piensan sobre mí sigue siendo exactamente igual.

Lo que ocurre es que ahora yo ya no le presto atención. Lo que cada uno crea o piense es asunto enteramente de cada persona. Es su percepción y su realidad. No me corresponde a mí hacer nada a ese respecto. Cada persona se encuentra en donde se siente cómoda o desea estar. Cada uno decide y no hay porqué convencer a nadie de lo contrario.  

Por lo pronto yo vivo cada día de manera plena, pues cada día es una nueva oportunidad para hacer algo nuevo, para aprender o enseñar algo, vivo agradecida con todo lo que tengo e ilusionada por lograr todo aquello que me proponga, vivo feliz pues creo que es el mejor estado del ser humano y porque entendí que para eso estoy aquí, me río mucho de mí misma (para tener el derecho de reírme de otros), ejercito mi capacidad de sorprenderme, pues es increíble darte cuenta de lo mucho que das por sentado y que nunca te has puesto a pensar lo maravilloso que es que algo/alguien exista, trato siempre de no emitir juicios (pues desconozco el contexto o la historia completa).

Y sobre todas las cosas, gozo cada día que estoy en este Planeta Tierra, por quien soy, pues nunca más existiré como quien soy ahora, con este nombre, este género, este cuerpo, mente y corazón. Y no sé si para la próxima volveré de inmediato al Planeta o decida quedarme un rato del otro lado del velo...

Y tú, ¿qué tal vas con este ejercicio de hacerte responsable de tu vida?  ¿Ya iniciaste, o sigues pensando si dejarás en manos de otros tu vida y por lo tanto no ser tú el creador de tu propia realidad?
  
Te agradezco que hayas visitado este espacio y te mando un saludo Desde Aquí...
Silvia Limón