(Agosto 2019)
Si quieres controlar tus acciones, empieza por
controlar tus emociones.
Suena fácil, ¿no? Como frase motivacional. Pero en la
realidad, eso de controlar las emociones es un reto que a unos les lleva años,
si no es que toda una vida.
Lo más fácil es reaccionar. Nos sucede algo bueno y
reaccionamos con alegría, júbilo, y no nos controlamos. Simplemente nos dejamos
llevar por la algarabía del momento. De igual manera cuando nos sucede algo
negativo. La reacción es inmediata o inconsciente. Nos enojamos, contestamos,
gritamos, manoteamos.
Pudiera ser que podemos controlar mejor los momentos
de alegría, que los de enojo. Ante una situación negativa o inesperada,
reaccionamos de manera automática y quizá violenta. Por lo regular decimos
cosas que salen de la víscera, de la emoción, y no de la razón. Pocas veces
pensamos en lo que decimos y frecuentemente expresamos cosas y calificativos
que tienden a lastimar. Palabras que, en un estado de tranquilidad, nunca
diríamos. Pero así es la emoción. Nos hace reaccionar de maneras inexplicables.
El problema con la emoción es que como no controlamos
nuestra reacción, provoca consecuencias que en lugar de arreglar el problema o
aligerar el asunto, lo complica. Y sí, nos defendemos y decimos lo que creemos
que es justo, pero ¿nos ayuda a resolver el problema?
Claro, hay que defendernos si el ataque es infundado.
Debemos contestar y demostrar que lo que se dice de nosotros no es verdad.
Tenemos que aclarar lo que sea necesario. La invitación es hacerlo de la manera
más apropiada para salir delante de cualquier conflicto. Y para eso,
definitivamente hay que aprender a controlar la emoción. No eliminarla.
Controlarla.
La otra persona también está lidiando con su emoción,
su prejuicio, su enojo o su “mala vibra contra ti.” Y si es el Jefe, tiene una
ventaja. Si es la directora, tiene una ventaja. Si es la autoridad, tiene una
ventaja.
Sé más inteligente que ellos. No trates de ganar un
argumento ni de convencerlos. Ellos ya te han prejuiciado y tiene una opinión
desfavorable de ti. No caigas en su juego. Sólo están esperando que con tu
reacción les confirmes lo que ellos piensan de ti. No los complazcas.
Controla tus emociones y entonces –aunque estés muy
molesto- controlarás tur reacciones y podrás enfocarte en los hechos, en lo que
puedas demostrar y ellos no. Que el argumento de las otras personas sean su
opinión sobre ti. Que tu argumento no sean opiniones, creencias o juicios. Sólo
hechos. Tu trabajo, tus resultados, tu congruencia, tu respeto, tus números.
A final de cuentas, sólo un argumento válido te puede
perjudicar. Y eso depende de que seas vulnerable por algo que sí hiciste. Por
eso, controla y mantente ocupado en lo que tú puedas controlar. No en lo que
los demás piensen de ti. Sólo enfócate en tu trabajo y en producir resultados.
Trabaja, produce, ayuda, siempre con tu particular
estilo de hacer las cosas. Si al agente no le gusta, no es porque estés
haciendo las cosas mal. Simplemente, ese lugar ya no es para ti y es un buen
indicador de que has que cambiar de lugar. Tu siguiente creación está lista.
Con cariño y respeto.
Su amigo,
Roberto Mendoza C.
*Busca. Infórmate. Cuestiona. Comprende*
“La Verdad Es, Independientemente de lo que te Hayan Enseñado a Creer”