2 de mayo de 2021

 

(Mayo 2021)

¿Cuántas veces has escuchado que la experiencia es la mejor maestra en la vida profesional?

¿Será?

Es innegable que para quien tiene la total disposición de aprender, la experiencia es la suprema maestra. La pregunta entonces sería: ¿qué tipo de alumno eres? ¿Uno que entiende la experiencia como parte de un aprendizaje y sin importar el resultado, aprende porque asume sus consecuencias? ¿O uno que no tienen ni idea de lo que pasó?

Hay miles de “alumnos/trabajadores/directivos” que viven sin darse cuenta de lo que crean o manifiestan, y no les gusta hacerse responsables de sus actos ni de sus consecuencias.

Para ellos, todos tienen la culpa, menos ellos mismos. Su idea es que “el jefe no me quiere,” “el compañero me tira mala vibra,” “esa compañera ascendió porque es amiga del jefe,” “se equivocó el del otro departamento y me están culpando a mí,” “yo no lo perdí, ellos no me lo dieron a tiempo.” ¿Cuántos pretextos y escusas más no has escuchado en tu vida personal y profesional?

¿Conoces a alguien así en tu casa, amigos, o en la oficina?

En la parte familiar, quizá los tengas que aguantar. Son familia. Pero en la parte profesional no deberías. Ese tipo de personas son generadores de conflictos y siempre tienen un problema para cada solución, o siempre tienen un pretexto para cada iniciativa. En verdad, no los quieres cerca de ti.

Tú, no seas uno de ellos. Tú, sí aprendes de las experiencias. Te enriqueces, maduras, creces, mejoras. Te salgan bien o te salgan mal las cosas, aprendes, si es que tienes la voluntad de aceptar tus errores y quieres capitalizarlos para no volverlos a repetir.

Nunca desperdicies las oportunidades y enseñanzas de un fracaso porque si no lo haces, estás condenado a repetirlo una y otra vez.

De ahí que, nuestra respetuosa recomendación es que cada vez que trabajes en una actividad determinada, aceptes tu participación en los resultados buenos o malos, una vez que esa actividad o trabajo haya terminado. Independientemente del resultado, evalúa y aprende. Reflexiona tu papel dentro de la actividad. ¿Fue positivo? ¿Negativo? ¿Te hiciste tonto mientras los demás trabajaban?

Si todo salió bien y tú no cumpliste, ¿te estás colgando medallas de otros? Si salió mal y tú sí trabajaste, ¿te están culpando de algo que no era tuyo?

Sí estimados amigos, la experiencia puede ser una gran maestra, siempre y cuando estemos dispuestos a evaluar, reflexionar y aceptar las enseñanzas.

Para que la experiencia siempre se enriquecedora, no dejes de preguntarte lo siguiente:

1.- ¿Cumplí con lo que se me pidió?

2.- ¿Superé mis propias expectativas o estuve debajo de mi nivel tradicional?

3.- ¿Aporté a la resolución de los problemas o simplemente cumplí con lo mínimo indispensable?

4.- ¿Qué hice correctamente que quiero repetir?

5.- ¿Qué hice mal que no debo volver a hacer?

6.- ¿Qué aspecto en específico necesito mejorar?

7.- ¿Cuál es la mejor forma de demostrar que lo que hago –independientemente de la tarea- tiene valor?

Respóndelas, y verás que cada experiencia sí tiene un gran aprendizaje. La experiencia sí tiene que ser una “gran maestra.”

Con cariño y respeto.

Su amigo,

Roberto Mendoza C.

 *Busca. Infórmate. Cuestiona. Comprende*

“La Verdad Es, Independientemente de lo que te Hayan Enseñado a Creer”

Te invito a que me escribas a: lanuevaconciencia@gmail.com