1 de junio de 2017



(Junio 2017)
Ante el enojo y la frustración….

No sé si lo han notado, pero el grado de enojo, agresión o comportamientos violentos en nuestras sociedades, aumenta.

No es que anteriormente no existiera ese comportamiento o el tipo de personas que todo el día están enojadas. Lo que sucede es que al día de hoy, las personas amables o tranquilas que usualmente no reaccionaban tan fácil a los estímulos agresivos de otras personas o situaciones, ahora también están cayendo en esas conductas.

El ambiente tenso, se percibe.

La situación que lo provoca no tiene que ser tan grave o compleja. Hasta el mínimo detalle está encendiendo la mecha del enojo. La gente ya está a la defensiva. Esperan el mínimo pretexto para reaccionar de manera agresiva, justificando su comportamiento. Lo ve uno en la calle, al manejar, en la tienda, en la oficina y tristemente en el último lugar donde debería de hacerse presente este tipo de conductas: en la casa. Y claro, con las últimas personas con las que deberíamos enojarnos: nuestros seres queridos.

Y, ¿qué es lo que provoca este tipo de reacciones? ¿De dónde se desprende esta actitud tan a la defensiva y de desconfianza?

¿En los problemas de desigualdad? ¿Por los políticos? ¿Por el escenario global? ¿Por los cambios planetarios? ¿Por las noticias en televisión?

¿Y entre las personas que nos consideramos “exploradores de los nuevos potenciales en la Tierra” -según esto- más tolerantes, más sensibles, informadas y flexibles?

¿Será que la fórmula mágica del maestro del libro que acabamos de leer, no nos está funcionando? Y nos frustra.

¿No será que el último curso que acabamos de asistir no resultó tan prometedor como lo anunciaron? Nos incomoda.

¿Quizá el audio que descargaste por no sé cuántos dólares no incluía las respuestas para solucionar tus problemas apremiantes? Te enoja.

¿Probablemente ya te cansaste de escuchar las mimas ideas en cada sesión de tu Maestro, Gurú o Canalizador favorito, sin que realmente encuentres que tu vida mejore? Comienzas a dudar si en verdad es cierto.

Y entonces, ¿qué hacemos?

¿Nos resignamos?

¿Seguimos rezando las mismas oraciones, pero ahora con más fervor?

¿Tenemos que meditar más horas, pero en ayunas?

¿Debemos recuperar la estampita del poder que guardamos en lo profundo del cajón del despacho, cuando decidimos ya no creer en estampitas, cruces o medallas?

Los “10 pasos para Manifestar”, que aprendimos en el último viaje al “Congreso…..de Metafísica……., celebrado en ……”.

¿Qué hacemos?

¡Uff! Tantas respuestas y ninguna a la vez.

Sin embargo, de lo que sí estoy seguro es que no tenemos por qué caer en esa misma dinámica de reacción en cadena que se está presentando en el mundo.

¡Claro que hay cosas que me enojan! ¡Claro que hay cosas que me indignan! Muchas de ellas no están en mis manos. ¿Para qué me frustro por no poder hacer nada con aquello que no puedo controlar? Ya sea políticos, otros países, vecinos, empresas, etc.

Pero lo que sí puedo hacer y debo estar haciendo es ser consciente de todas aquellas conductas y reacciones que son mías o que yo genero en los demás. Esas sí las puedo controlar y debo poner el ejemplo con mi conducta, de lo que espero ver reflejado en los demás.

Sí, mi conducta es un espejo en el que se reflejan las actitudes y reacciones de los demás.

De ahí que antes de ocuparme por los asuntos del otro lado del planeta o en los países vecinos, me concentro en los míos en la vida diaria.

Sí, por su puesto, envío el mejor de mis pensamientos y buena vibra a esos lugares tan conflictivos donde hay guerra, hambre, descontento social y odio. Incluyendo nuestros hermosos países latinoamericanos porque ¡vaya que hay conflictos!

Sin embargo, lo único que está en mis manos es reconocer, corregir y cambiar lo que yo soy, lo que yo emito y la manera en que percibo e interpreto las reacciones y conductas de los demás. Ahí es donde comenzamos un verdadero proceso de transformación.

¿Me enoja que el presidente de tal país sea terco, necio, racista y cerrado, cuando yo soy exactamente igual o peor en mi casa o en mi oficina?

¿No soporto el grado de corrupción y descomposición en las instituciones de gobierno, pero yo soy el primero en dar sobornos para que se agilicen los trámites en el municipio, o si me paso un alto, de inmediato le doy un billete al patrullero para que me deje ir?

¿Me enerva el trato que se le da a la mujer en otros lugares, pero hago lo mismo con las mujeres en mi casa o en la oficina?

¿Me desagrada la gente informal, impuntual, poco seria, pero yo fallo también en esos rubros o en más?

Ya no.

Empiezo por mí, me ocupo de lo mío y siempre buscaré realizar todo lo que haga para que esté en armonía con los demás. O por lo menos ese es mi dominante aspiración y me muevo en ese sentido.

¿Y Tú?

Aunque parezca imposible, no caigas en las trampas que te ponen los demás.

Y me refiero a sus conductas y reacciones. Son trampas visibles, fáciles de identificar, y sin embargo, caemos en ellas al momento de responder una agresión. Sí, manejando el vehículo. En una fila del banco. En una discusión en la ventanilla de atención a clientes. Con el vecino molesto que no deja de causarte problemas. Alegando con el padre del compañerito de tu hijo, que no deja de molestarlo.

Busca ser cortés. La educación y su expresión por medio de la cortesía, la tolerancia y la paciencia, son herramientas para no dejarse llevar por las conductas violentas que comienza con un simple incidente.

La flama está a la vista de todos, no seas tú el que le eche gasolina para que se encienda.

Si muestras educación y estás consciente de que las reacciones de los demás no son contra ti particularmente, sino que las circunstancias han hecho que las personas sean agresivas con todos y por cualquier cosa, entonces entenderás el valor de mantenerte ecuánime, tranquilo, evitando caer en las trampas y sabiendo que no tienes que enfrascarte en una discusión que no te va a llevar a ningún lado.

Si te mantienes tranquilo, sereno, serás conscientes de tus respuestas y tus reacciones. Probablemente no tendrás que arrepentirte después de lo que digas o de lo que hagas. Te mantendrás alerta, con todas tus capacidades y habilidades listas, por si las tienes que usar. Y de esta manera, cuentas con más posibilidades de evitar o salir bien librado de una situación difícil.

No, no confundas cortesía con debilidad. Educación, por falta de valor. Sencillamente es darte tu lugar, defender tu posición o punto de vista, tu espacio, respetando el de los demás y dejando que ellos vivan su realidad, sin involucrarte.

Comienza tú. Cambia tú. Pon el ejemplo tú.

Si no lo haces, ¿quién más lo hará?

Hay mucha gente que está esperando que alguien más haga lo que ellos mismos deberían estar haciendo. Por eso no hacen nada.

Pues bien.

Comienza tú. Cambia tú. Pon el ejemplo tú.

Si no lo haces, ¿quién más lo hará?

Con respeto
Roberto Mendoza C



*Busca. Infórmate. Cuestiona. Comprende*
“La Verdad Es, Independientemente de lo que te Hayan Enseñado a Creer”