(Diciembre
2017)
Termina un año y muchas
personas sienten la nostalgia de lo que no pudieron hacer o alcanzar durante
los pasado trescientos y tantos días.
Regresemos a diciembre del
2016, particularmente al día 31, a las 23:50.
Entre risas esperanzadoras y
llanto nostálgico, ahí está uno devorando las uvas con los buenos propósitos de
año nuevo. Y nos atragantamos….de uvas y de buenos deseos.
Y al compás de las campanadas
que anuncian la llegada de un nuevo año, se nos acaba el tiempo para llenarlo
de buenas intenciones:
“Ahora sí Dios mío, te juro
desde mis entrañas que voy a dejar de ser tan egoísta…..”
“No hay duda, a partir del
martes, al gimnasio, todos los días….”
¿Qué les parece éste?:
“Nada qué, desde el segundo
día de enero, me levanto temprano, salgo a correr, dejo a los niños y llego
puntual a la oficina…”
O éste:
“Ya no voy a ser tan
rencoroso…ahora sí voy a perdonar…”
¿Quién no ha tenido momentos
delirantes como éste?:
“Ahora sí no te voy a fallar
Dios mío. Todas mis acciones durante el año que inicia están dirigidas a
pedirte perdón....."
O el que trata de componer los
daños colaterales:
“…y voy a pedirle perdón a mi
ex esposa a mis hijos por el daño que les hice. Bueno, pero es que ella empezó
todo…”
Y sin duda, los básicos de
cada año:
“Ahora sí voy a bajar de
peso…” “Se acabó el cigarro….” “No más calorías en mi dieta…” “Me voy a volver
vegetariano…” “Ya es tiempo de ahorrar…” Entre muchos otros.
Todos sabemos en qué acaban
los buenos deseos. Ni siquiera dejamos que llegue febrero y las promesas
incumplidas se convierten en lamentaciones secundarias que terminan siendo
temas de conversación entre compañeros de oficina y familiares.
De ahí que en este día yo
quiero hacerte una invitación respetuosa: no más promesas. No más buenos deseos
al ritmo de las campanadas y el atraganto de tanta uva.
¿Qué te parece –en cambio- un
solo propósito? Tener la mejor disposición para ser distinto, y con ello,
aceptar las cosas que debemos cambiar para conseguir lo que anhelamos. Una cosa
a la vez. Paso a paso. Comprometidos, determinados a cumplirlo.
Y ya que se haya conseguido un
avance considerable o la consecución del objetivo, en verdad que el siguiente
propósito es más fácil de alcanzar. Uno a la vez.
De esta manera nos
concentramos en un solo esfuerzo, supervisamos lo que estamos logrando, lo
celebramos paulatinamente y dejamos que la situación transcurra sin
presionarnos, permitiendo lo que es apropiado para que las cosas pasen. Sin
forzar nada.
Y lo que sí es muy importante
al momento de hacer un tránsito de energías como las que se presentan en
momentos de cambio –en este caso de un año al otro- es la actitud que asumas.
Sí, las condiciones
emocionales con las que termines una etapa y comiences otra.
Por ejemplo, si llegas a casa
después de un día tedioso y difícil, es recomendable que antes de acostarte
para dormir, dejes a un lado esos sentimientos incómodos para llegar al sueño
habiendo entendido, perdonado y más tranquilo para poder descansar.
Si lo haces, lo más seguro es
que tu siguiente día comience o te depare cosas proporcionales a esa carga
emocional con la que terminaste el día anterior.
Lo mismo sucede si te acuestas
preocupado o de malas. Es probable que tu día comience de manera similar a como
lo dejaste.
Bueno, si esto tiene sentido
para ti, recuerda que la manera en la que termines el año dicta en gran medida
la forma en la que comienzas el siguiente.
Así que revisa tu estado
emocional, ten cuidado de los lugares o personas que frecuentas, no te
aventures a tomar decisiones que no te convencen del todo, ya que la energía
que generes en todo ello puede afectar las condiciones con las que inicies el
2018.
Y no lo olvides, tan solo es
una invitación a que consideres estos factores. Al final de cuentas, tú eres
quien tiene la última palabra.
Usa este tiempo decembrino de
descanso y festividad para ser agradecido con la vida.
Y si no te gusta lo que
hiciste o lograste en el 2017, no culpes a los factores externos, mejor revisa
tu actitud, tu proceso de aprendizaje, las enseñanzas que no has permitido y se
siguen repitiendo una y otra vez hasta que entiendas que el cambio es obligado,
ya no es una opción.
En fin.
Disfruta esta época decembrina
en compañía de las personas que más quieres, y sé tolerante con las que no
puedes relacionarte. Eso implica las reuniones familiares obligadas en donde
las tías, las abuelas y los primos te van a cuestionar el por qué no te has
casado, o no has tenido un bebé como tus primas de provincia, o el comentario
obligado durante estas reuniones: “¡ay hija, otra vez vienes sola!…¿qué no
tienes un novio que te acompañe?…”
Control, tolerancia, paciencia
y buena cara. Total, esas reuniones solo son una vez al año.
Reciban un cordial abrazo y
las mejores vibraciones.
¡Felices Fiestas!
Con respeto,
Roberto Mendoza C.
*Busca. Infórmate. Cuestiona. Comprende*
“La Verdad Es, Independientemente de lo que te Hayan
Enseñado a Creer”