5 de julio de 2018



(Julio 2018)

¿Qué tan difícil es que la gente dentro de una comunidad se una para conseguir una verdadera transformación?

Un grupo de trabajadores, una Asociación Civil, un gremio, un partido político.

Un poblado, una zona geográfica, una ciudad, una región.

Una ideología, una religión, una hermandad.

¿Realmente encontramos unión en grupos de esa naturaleza?

Y luego, ese tipo de asociaciones, ¿nos llevan a conseguir grandes transformaciones?

Del tipo material o comercial, probablemente.

Pero lograr que un grupo de personas deje atrás sus intereses personales o su agenda particular, en beneficio de un cambio significativo y más profundo -que beneficie a la mayoría de personas- no es nada sencillo ni común. De hecho, es un sueño para muchos.

Un sueño que cada día es más apremiante porque la realidad es abrumadora para gran parte de los humanos que habitamos el planeta.

¿A qué viene todo esto?

En mi país acabamos de tener elecciones presidenciales. Un motivo de cierta esperanza de cambio para la mayoría de los 130 millones de mexicanos.

Y lo mismo sucede en cualquiera de nuestros países cuando hay elecciones. Son momentos para tener la ilusión de que “ahora sí, con este o aquel candidato, vamos a mejorar.”

Pero la realidad es que no. Nuestros países en Centro y Sudamérica son tan complejos, culturalmente tan ricos en tradiciones y creencias que a su vez se convierten en sus más grandes obstáculos para poderse transformar.

Y las pruebas son contundentes. Cambios presidenciales van y vienen, y el bienestar de las familias sigue igual, o mejor dicho, empeora. La pobreza, la inseguridad, la falta de oportunidades, la contaminación, la sobre explotación de los recursos naturales, etc., está a la orden del día en esta región.

Hasta que no entendamos completamente que las grandes transformaciones que necesitamos surgen de los propios cambios personales en nuestro ámbito de vida, nada se modificará en el aspecto social.

Yo sé que todos hemos escuchado hasta el cansancio la trillada frase de que “todo cambio comienza con uno mismo”. Sin embargo, nadie lo está haciendo. Intentando, muchos. Haciendo, pocos. Manteniéndose íntegros en su proceso de transformación, viviendo con convicción su proceso de cambio, sólo muy pocos.

Cuan cierta es aquella afirmación que dice: “el gobierno es el reflejo de sus ciudadanos”. O como decimos aquí: “la gente tiene el gobierno que se merece”.

Sí. Comienza tú en el entorno que te desenvuelves. Sí, demuéstralo en tú pequeño entorno. Que la gente vea lo que eres. Ya no lo prediques. Demuéstralo. Que los demás noten que eres diferente porque te comportas y reaccionas de manera distinta.

Poco a poco te darás cuenta que si cambias de manera sincera y lo demuestras, tu circunstancia se transformará. Saldrá de tu vida lo que no tiene que estar ahí, y comenzarán a llegar las personas, las actividades y los lugares que se convertirán en parte de tu nueva realidad.

Cuando los demás lo observen, quizá de manera más conscientes comenzarán a plantearse la idea del cambio interior, personal. Irás “convenciendo” a otras personas de que cambiar y ser distinto no es malo o raro, a pesar de que la mayoría no lo vea bien todavía.

En esta dinámica -ahora sí- podrás juntarte con personas que piensen como tú y que no tengan una mayor agenda que la de realmente conocerte y sumar fuerzas porque tienen similitudes.

No tienes que formar grupos, asociaciones, sindicatos o cultos para unirse. Será una consecuencia natural de ser y pensar de manera similar, los unos con los otros.

Sólo así, con paciencia y tiempo, lograremos esa unión que traspasa intereses y fronteras. Esa unión entre humanos que sí es capaz de derribar cualquier obstáculo y sobreponerse a cualquier situación. Esa unión que en algún momento llegue a “contagiar” a los demás para darse cuenta de la necesidad de transformar vidas: personales y colectivas.

Comienza.

Ya lo dicen los grandes maestros: “el camino de los mil kilómetros inicia con el primer paso”.

Con cariño y respeto.
Su amigo,
Roberto Mendoza C.


*Busca. Infórmate. Cuestiona. Comprende*
“La Verdad Es, Independientemente de lo que te Hayan Enseñado a Creer”