3 de octubre de 2018



(Octubre 2018)

Estoy convencida que la paciencia en una de las mayores virtudes que tenemos como seres humanos. Es de pronto difícil que tener, pero no imposible de alcanzar. Si somos pacientes, muchas cosas buenas suceden. Siempre. Recuerden la última vez que tuvieron paciencia con una situación o una persona, ¿verdad que se resolvió de manera positiva?. Esa es la recompensa de la paciencia.

La paciencia nos hace tolerar, comprender, padecer y soportar los contratiempos y las adversidades con fortaleza y por ende sin quejas; esto es posible porque uno aprende a actuar acorde a cada circunstancia, y va moderando tanto sus palabras como su conducta ante la adversidad.

La paciencia es un rasgo de carácter que nos permite pasar por situaciones que no son idóneas, o que pueden llegar a convertirse en caóticas sin que nos derrumbemos. Nos permite educar a nuestros hijos sin necesidad de gritarles y aceptar a los compañeros de trabajo sin que nos desesperemos, entre muchas otras cosas.

Ahora bien, si nos vemos el origen de la palabra Paciencia, viene de la raíz latina pati que significa sufrir. De hecho, el participio patiens se tradujo al español como paciente (en los hospitales) o “el que sufre. Así que, la palabra misma nos remite a que la paciencia implica sufrimiento. Por supuesto que  ese llamado sufrimiento se acepta con dignidad esperando una recompensa mayor que vendrá, ya sea con el simple paso del tiempo, con la perseverancia, o actuando de manera correcta en el momento adecuado.

Vemos que nos dice el diccionario. Paciencia aparece con 2 acepciones:

1.     Capacidad de sufrir y tolerar desgracias y adversidades o cosas molestas u ofensivas, con fortaleza, sin quejarse ni rebelarse.
2.       Calma o tranquilidad para esperar.

Para el nuevo humano de la Nueva Tierra, esa parte de sufrir es imposible de aceptar. No estamos aquí para ello, sino para vivir y disfrutar de manera absoluta cada instante, cada vivencia, cada adversidad y hasta el dolor. Y parte bien importante es agradecerlo. Todo llega por algo, todo tiene una enseñanza y aunque no lo recordemos ahora, todas y cada una de las cosas difíciles que vivimos las programamos nosotros mismos antes de tomar este cuerpo humano.

Es muy importante que consideremos que paciencia no significa a que esperemos hasta que cambie la situación o hasta que alguien más haga lo que tiene que hacer. Eso es muy fácil y parte de la naturaleza humana de la vieja energía: el culpar a alguien más de todo lo negativo que sucede.

Si no nos detenemos a considerar las posibilidades reales de éxito, tiempo y esfuerzo que se requieren para alcanzar un determinado fin, ese será el obstáculo principal para que desarrollemos el valor de la paciencia y caeremos en la dañina, no tolerante y frustrante impaciencia.  Por ello es que en ciertos momentos debemos moderar la cantidad de compromisos que adquirimos, ya que así podemos evitar la cargar de cosas que posiblemente no podríamos cumplir. Debemos recordar que nos encontramos en la era del ser, más que en la de hacer.

Y finalmente, no debemos confundir la indiferencia o la insensibilidad con la paciencia. Esto ocurre, por ejemplo, cuando nos encontramos con personas que a nuestro criterio son molestas, pero las escuchamos aparentando tener una actitud paciente pero en realidad lo que buscamos es salir de la situación lo más rápido posible; obviamente tratando de que no se den cuenta, para no herir sus sentimientos. Hay que realizar el ejercicio de la paciencia, no aparentarlo.

La paciencia requiere fortaleza, y con quien primero debemos ejercerla es con nosotros mismos. Te invito a que recuerdes ¿cuándo fue la última vez que fuiste impaciente contigo mismo? ¿Cuándo fue la útima vez que tuviste la paciencia necesaria para darte cuenta de que aquello que te propusiste lo lograrías?

¿Estás teniendo la paciencia necesaria para aceptar la serie de cambios que se están dando en tu vida actualmente?

Te agradezco que hayas visitado este espacio y te mando un saludo Desde Aquí...
Silvia Limón