(Octubre
2018)
Estoy
convencida que la paciencia en una de las mayores virtudes que tenemos como
seres humanos. Es de pronto difícil que tener, pero no imposible de alcanzar.
Si somos pacientes, muchas cosas buenas suceden. Siempre. Recuerden la última
vez que tuvieron paciencia con una situación o una persona, ¿verdad que se
resolvió de manera positiva?. Esa es la recompensa de la paciencia.
La
paciencia nos hace tolerar, comprender, padecer y soportar los contratiempos y
las adversidades con fortaleza y por ende sin quejas; esto es posible porque
uno aprende a actuar acorde a cada circunstancia, y va moderando tanto sus palabras
como su conducta ante la adversidad.
La
paciencia es un rasgo de carácter que nos permite pasar por situaciones que no
son idóneas, o que pueden llegar a convertirse en caóticas sin que nos
derrumbemos. Nos permite educar a nuestros hijos sin necesidad de gritarles y
aceptar a los compañeros de trabajo sin que nos desesperemos, entre muchas
otras cosas.
Ahora
bien, si nos vemos el origen de la palabra Paciencia, viene de la raíz latina pati que significa sufrir. De hecho, el
participio patiens se tradujo al
español como paciente (en los hospitales) o “el que sufre. Así que, la palabra
misma nos remite a que la paciencia implica sufrimiento. Por supuesto que ese llamado sufrimiento se acepta con dignidad
esperando una recompensa mayor que vendrá, ya sea con el simple paso del
tiempo, con la perseverancia, o actuando de manera correcta en el momento
adecuado.
Vemos que
nos dice el diccionario. Paciencia aparece con 2 acepciones:
1. Capacidad de sufrir y tolerar desgracias y adversidades o
cosas molestas u ofensivas, con fortaleza, sin quejarse ni rebelarse.
2. Calma o tranquilidad para esperar.
Para el
nuevo humano de la Nueva Tierra, esa parte de sufrir es imposible de aceptar.
No estamos aquí para ello, sino para vivir y disfrutar de manera absoluta cada
instante, cada vivencia, cada adversidad y hasta el dolor. Y parte bien importante es agradecerlo. Todo llega por algo, todo
tiene una enseñanza y aunque no lo recordemos ahora, todas y cada una de las
cosas difíciles que vivimos las programamos nosotros mismos antes de tomar este
cuerpo humano.
Es muy
importante que consideremos que paciencia no significa a que esperemos hasta
que cambie la situación o hasta que alguien más haga lo que tiene que hacer. Eso
es muy fácil y parte de la naturaleza humana de la vieja energía: el culpar a
alguien más de todo lo negativo que sucede.
Si no nos detenemos
a considerar las posibilidades reales de éxito, tiempo y esfuerzo que se requieren
para alcanzar un determinado fin, ese será el obstáculo principal para que
desarrollemos el valor de la paciencia y caeremos en la dañina, no tolerante y
frustrante impaciencia. Por ello es que
en ciertos momentos debemos moderar la cantidad de compromisos que adquirimos,
ya que así podemos evitar la cargar de cosas que posiblemente no podríamos cumplir.
Debemos recordar que nos encontramos en la era del ser, más que en la de hacer.
Y
finalmente, no debemos confundir la indiferencia o la insensibilidad con la
paciencia. Esto ocurre, por ejemplo, cuando nos encontramos con personas que a
nuestro criterio son molestas, pero las escuchamos aparentando tener una
actitud paciente pero en realidad lo que buscamos es salir de la situación lo
más rápido posible; obviamente tratando de que no se den cuenta, para no herir
sus sentimientos. Hay que realizar el ejercicio de la paciencia, no
aparentarlo.
La
paciencia requiere fortaleza, y con quien primero debemos ejercerla es con nosotros
mismos. Te invito a que recuerdes ¿cuándo fue la última vez que fuiste
impaciente contigo mismo? ¿Cuándo fue la útima vez que tuviste la paciencia
necesaria para darte cuenta de que aquello que te propusiste lo lograrías?
¿Estás
teniendo la paciencia necesaria para aceptar la serie de cambios que se están
dando en tu vida actualmente?
Te
agradezco que hayas visitado este espacio y te mando un saludo Desde Aquí...
Silvia Limón